martes, 26 de agosto de 2014

De cómo sentirte mejor si sos despistada: ¿Torpe es un nombre?

Cada vez que necesito saber qué fecha es, indefectiblemente me miro la muñeca izquierda y sólo veo la hora, recordando que el reloj que me decía en qué momento del año estaba parada me lo robaron hace mucho. No es una simple cuestión de que hoy sea 23, 24 o 25; ¿es lunes o es jueves? Los días que curso la misma materia en la facultad se me confunden. 
Por suerte ya estamos en Agosto, porque Junio y Julio son mi peor pesadilla de confusión. Existen millones de nombres. Gente que le pone nombre de perro, fenómenos climáticos, lugares y objetos a sus hijos para ser originales, y ME PARECE PERFECTO. Nunca te vas a confundir a Brisa con Almendra ni con Aristocracia.
Siempre me gustó inventar mis propias versiones ridículas de cómo suceden las cosas, y me imagino a un pobre tipo sentado en un escritorio escribiendo nombres en un libro. En la puerta de su oficina, un cartelito, "Creativo - Nombres SA". 
Está concentradísimo cuando se abre la puerta de golpe y entra el jefe: "Necesitamos mil nombres más de la cantidad original y rápido". 
Él todavía no tiene nombre; está tan ocupado tratando de ser creativo que no tuvo tiempo de elegirse uno. ¿Pero mil más? ¿Y encima tiene que ser rápido? 
Sintiéndose frustrado y presionado, contempla con tentación la idea de hacer un poquito de trampa y hace un par de cambios en algunos, pudiendo sacar dos o tres (o más) nombres del original que tanto tiempo le llevó crear. 
"Bueno a ver... María... Mariana! Mariana... A este le saco una letra... Marina. Y si le agrego una T, Martina. Listo, soy un genio. Mmmm... Julieta... Juli... Julia!... Juliana! También podría ser Giuliana... bueno, los dos. Giuliana... me gusta. Giuliana... ana... Ana! Sí, Ana, nadie se va a dar cuenta. Anabella! Arabella!"
Y así llegaron Daniela y Danila; Daiana, Diana y Dana; Antonia, Antonina y Antonella; Luisa, Luisina y Luisana; Lorena y Loredana; Vanina y Vanesa; Claudia y Claudina; Silvia y Silvina.
Con la originalidad totalmente agotada vino la inspiración de los colores que podía ver por su ventana: el celeste y el blanco del cielo. Listo: Celeste y Blanca. Los colores eran un buen recurso: Rosa, Azul, Violeta, Lila, que también generó Leila, y ya que estamos, Laila. 
Satisfecho por haber encontrado una solución a su problema, cerró el libro y se fue a su casa sin saber los malhumores que su atajo causaría en las Agostinas llamadas Agustinas.
Al día siguiente, le tocaron los meses y fue inevitable la tentación de volver a usar el mismo recurso y así tenemos Marzo y Mayo y mis queridos Junio y Julio. Decidió tomarse los últimos meses a la ligera para sacarse el trabajo de encima y, teniendo seis nombres originales, eligió numerar los siguientes Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre, llegando así a los doce necesarios. En el descuido, Septiembre quedó noveno y no séptimo, Octubre décimo, Noviembre decimoprimero y Diciembre decimosegundo.
Por eso cuando no sé en qué mes estoy o si mi compañero nuevo de la facultad se llama Lucio o Luciano, pienso en el pobre sin nombre que hizo lo que pudo y sonrío, porque siento que lo entiendo.
Y aunque sepa bien que mis invenciones están lejos de la realidad, la historia me sirve para no sentirme tan torpe y despistada, y en todo caso, acompañada en mi torpeza por el creativo de Nombres SA, que todavía no tiene nombre.



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